Julio preguntó: "¿Tienes enamorado?". "Ninguno", contesté. "¿Qué, están ciegos?", añadió, y sonríendo le dije: "Deja que te hable de cegueras...".
Cada vez que en la palabra 'novio' pienso, entonces una ligera nostalgia me embarga y el mayor de los recelos. Es la palabra 'novio' sinónimo de 'enemigo', 'buen amigo' en el mejor de los casos, pero la historia nunca culmina con el típico final feliz que nos pintaron en el Kinder Garden. Al menos, no sin conocimiento.
¿Qué hacer para que no sean esos 'enemigos' locuaces, encantadores y absolutamente cazadores, que harán hasta lo imposible para hacernos su 'novia', sean 'buenos amigos'? Es simple...
Primero, hay que examinarlos bien. Los hombres se enamoran por los ojos, por ellos el mensaje del amor llega directamente a su cerebro, para desembocar en las más divertidas fantasías, hasta estar seguros que desean poseer el objeto de su amor. Ni la han tratado lo suficiente a una y ya lo quieren todo, algunos inclusive lo exigen.
Y nosotras... ingenuas princesas sedientas de amor soñando con el príncipe azul, sin importar mucho la realidad, abrazamos a cuanto sapo llega para hablarnos de amor. Nosotras, no tenemos ojos, nacimos ciegas, pero sí tenemos oídos como los conejos. Mientras más hable un hombre, más creemos entenderlos y apreciamos la confianza con las que nos ilustra su mundo.
A mayor cantidad de horas de escucharlos, más comprensivas y más compasivas nos volvemos. Esta es nuestra debilidad. Por el contrario, un hombre que sepa escuchar posee una cualidad muy extraña, casi inexistente. Porque en el mundo de estos sapitos enamorados no existe más que un solo ser, ellos.
Entre los 'ojos de sapos' y las 'oídos de conejas' no hay entendimiento fácil, ninguno comprende la realidad del otro. El varón cree que la belleza que lo enamoró ha de durar lo suficiente para que lo disfrute toda la vida, mientras la mujer cree en las historias que su tierno sapito le contó hasta que descubre lo contrario.
'¿Guerra?', esta palabra seguro se le ocurrió a un varón porque a nosotras nos gusta la 'paz'. Sí, sin guerra el varón se aburre, mientras la mujer anhelando paz acepta hasta lo más inaceptable: perder la dignidad. Cuando esto sucede, el varón se va porque la fémina no supo darle la lucha, por tanto no hay deleite. El peor camino que puede seguir una mujer frente a un varón es 'ceder'.
Descuida , ellos están dispuestos a pagar el precio por más alto que éste sea. El precio lo pones tú. Considéralo, ¿vale la pena la dedicación de tu tiempo, tu atención, tu amor?; porque cuanto más exigente seas, más próximo será a lo que soñaste desde niña. De lo contrario, no lo vale. Ellos te lo agradecerán porque además les permitiste vivir algo diferente, ellos van tras grandes retos.
Mis amigos cazadores: tan agradecida estoy de vuestra amistad y vuestra confianza. Conocerlos a profundidad es mi mejor tesoro, así como las historias que como co-protagonistas escribimos juntos y entenderlos fue para mí la liberación.
Para llegar al corazón de un hombre, amiga mía, deberás primero cubrir sus ojos, sólo así escuchará tus palabras, procurará entenderlas sin lograrlo, pero se percatará de que existe alguien más que él. Aquí deberás ser directa, como si le enseñaras a un niño de kinder, porque no son ni sabios ni magos para entender todo lo que queremos.
Por cada cosa aprendida, un premio; por cada cosa no aprendida, un castigo. Llegar hasta aquí es bastante en un relación. Significa que hay disposición, uno a enseñar y el otro a aprender. El varón se habrá acostumbrado tanto que no podrá vivir sin tí. "Son animalitos de costumbres" decía alguien que los entendía muy bien.
Si quieres un príncipe de verdad, primero la ceguera deberá alcanzar sus ojos, y con ternura abrirás los ojos de su alma. No importa la edad ni la condición, esto sucede en todo espacio y en todo tiempo. El ser humano no ha cambiado mucho desde sus orígenes en cuanto al amor entre los sexos respecta.
Debo confesar que no he tenido la paciencia requerida para tales menesteres, por lo que he despachado a cuanto sapito he podido conocer. Por tanto, conforman aquella gama de 'buenos amigos', acompañantes de mis andanzas por el mundo. Eso sí, he debido cegarlos a punta de conocimiento para que exista verdadero afecto.
No olvides, amiga mía, que tienes todo el derecho de soñar y construir tu sueño. Exige, siempre con gracia y encanto, jamás cedas. Tú pones las reglas. Después, sólo después, con los años y la experiencia, sabrás si valió la pena o no estar junto a la persona que elegiste. Si es sí, seré la primera en abrazarte. Si es no, aún puedes volver a empezar. Jamás te rindas.
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